domingo, 25 de abril de 2010

Seminario : BUDO.


UN POCO DE HISTORIA ORIENTAL
Las artes marciales tradicionales nacen en Oriente, en un entorno político social de grandes desigualdades generadoras de una opresión del más fuerte sobre el más débil. El resultado de dicha opresión se reflejaba en numerosas guerras en las que las clases más altas se veían favorecidas al disponer de mayores recursos bélicos. Ello obligó a los campesinos a reaccionar creando diferentes métodos de combate para salvaguardar su integridad ingeniando diferentes sistemas de lucha a partir de la utilización de diferentes partes del cuerpo (brazos, piernas, etc.) o incluso, armas, que generalmente se correspondían con útiles de trabajo. Así fue como las clases más desfavorecidas pudieron hacer frente al yugo de los opresores, desde su ingenio y sacrificio. Con la desaparición de estos conflictos bélicos y la aparición de nuevas tecnologías de guerra, las artes marciales perdieron su razón de ser. No tenía ningún sentido el uso de las artes marciales en un contexto en el que existían otros medios para la resolución de las guerras. No obstante, las artes marciales no desaparecieron, conservando su arraigo social e incluso exportándose a Occidente.

Sucede que los conflictos interpersonales siguen latentes en la sociedad aunque se reflejen desde otras perspectivas: laborales, familiares, económicas, etc. Por desgracia siguen existiendo guerras pero ya no se acude a las artes marciales para resolverlas dadas las tecnologías existentes. Las artes marciales se enfrentan a todas estas manifestaciones actuales de conflictos interpersonales, analizándolos desde su origen, esto es, el propio individuo. Se trata ahora, no de reaccionar frente a una agresión, sino de superar el propio conflicto desde el fortalecimiento espiritual del individuo, anticipándose al mismo para evitarlo. Nos encontramos con otro tipo de marcialidad, la psicológica, en la que constantemente nos enfrentamos con nuestros miedos, complejos, deficiencias o debilidades, y en la que el único oponente somos nosotros mismos. Es la “lucha contra uno mismo”. Las artes marciales son idóneas para acometer esa auto-lucha con el entrenamiento físico constante, acudiendo al dojo cada día con la finalidad de mejorar nuestra técnica y movimientos; superando nuestras limitaciones físicas y enfrentándonos a ellas con nuestra propia voluntad; controlando el dolor y el cansancio; desarrollando nuevas sensaciones, como la búsqueda del ki. Con todo ello estamos fortaleciendo nuestro espíritu y, en definitiva, madurando la mente. Nos enfrentamos a nuestras limitaciones físicas y psíquicas desde nuestro propio trabajo o entrenamiento, sin necesidad de combatir con nadie para demostrar nuestra fortaleza. Desde esta perspectiva no es necesario el enfrentamiento contra nadie para constatar nuestra evolución porque solo el propio individuo se conoce, o se puede conocer, a sí mismo. Se trata de un trabajo exclusivamente personal.

Al final de todo llegamos al concepto Budo, respecto del que O Sensei dijo:
“Estás en un error si crees que el Budo significa tener oponentes y enemigos, y ser fuerte y cruel con ellos. La verdad del Budo es ser uno mismo con el universo, esto es, estar en unión con el centro del Universo”.
Ideas como autosuperación, autocontrol, nos pueden servir como base para la mejor comprensión del Budo.

Este ha sido uno de los seminarios que más me ha gustado en lo que llevo de carrera. Es importante que realicemos prácticas que nos pongan en contacto, literalmente. Las artes marciales, con un buen maestro, se convierten en prácticas que ayudan enormemente a ponerte en contacto con tu propio cuerpo y con el de los demás, con respeto.
Conocer tu propio cuerpo y emociones y sus necesidades te ayuda a desarrollar enormemente la empatía y la capacidad de escucha, que son los principales atributos en nuestra profesión, lo demás son conocimientos que están en los libros y se pueden aprender, pero lo importante es que la principal herramienta, tú, esté preparada.
Actualmente vemos como proliferan las formas de intervenir (porque para mí lo son) a través del contacto, como el taichi o el yoga, que son formas de inteactuar a través de la puesta en común de emociones, miedos y sentimientos, lo que produce relaciones donde la capacidad de entender al otro es la base. Son espacios y tiempos en que las máscaras se caen porque no son necesarias, ya que son los cuerpos y las emociones los que dirigen la interacción. La consecuencia más importante es el respeto y la transparencia, ya que no hay forma de engañar a través de las emociones y del cuerpo, fieles reflejos de tu situación personal.
Llevo casi un año practicando yoga y he practicado karate, aunque hace años. Para mí es una terapia grupal. Somos un grupo heterogéneo de mujeres (los hombres no acaban de animarse) sin un perfil específico. Cada componente del grupo tiene unas necesidades, pero eso no ha impedido que se cree un vínculo que va más allá de la clase. Se ha creado un espacio donde se respeta la intimidad y las emociones y donde todas las partes del cuerpo hablan. El control sobre tus movimientos corporales te proporciona seguridad, paciencia, tranquilidad, comprensión...
Para escapar del sedentarismo pandémico de la sociedad occidental...

1 comentario:

  1. Hola Fran,
    ya estoy por aqui de nuevo aunque sea para daros un poco la lata con esto del blog.

    Tu entrada del bola está muy bien. Noto en cambio que a la de Budo le falta algo de contenido, en general está poco desarrollada.
    Debes avanzar más en el blog, no me lo dejes!!

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